sábado, 18 de enero de 2014

La falta de códigos comunes


     Empezó a tocar la banda principal, ellos no tienen que trabajar en el sentido real de la palabra ¿De qué pueden hablar estos? ¿De qué se van a quejar? Sus letras en cierta medida quedaron anticuadas…la verdad esta banda ya no me transmite una mierda… ¿Estaré vieja? 
No, madure, claro, eso debe ser. Pucha qué calor.
  
Bueno, hay que decirlo, el bajista está buenísimo, por lo menos entretengo los ojos, esta re buenísimo, tanto, que pienso lo inalcanzable que es, está lleno de pendejas hermosas ¿A cuántas de estas se habrá garchado? Miro alrededor, me siento vieja, fea y me falta el aire, y tengo calor mierda, este lugar está a tope, los dueños de este lugar se llenan de guita y  solo hay tres miserables aire acondicionado ¡hace una letra de eso Bala! Mi amiga se está chamullando a una de las pendejas hermosas, la menos hermosa, está un poco gordita.
 Me transpiran hasta las pestañas, mi cuerpo no soporta más el calor, además el porro me baja la presión. 

 -“No, no me siento bien, ¿Cuántos temas faltan? Ufff… te espero afuera”- Llegando a la escalera para ir a la salida sentí que me iba a desmayar y me dio mucha vergüenza, ¿Es que de verdad estoy tan vieja? Hice fuerzas para dar otro paso sin caer al piso, sentí el aire frió del exterior que subía por la escalera y me abrazaba, reviví, salí, el cambio de temperatura era increíble.

  Me senté en el alféizar de una ventana. Derrotada. No me importaba nada más que el oxígeno. Estaba empapada de sudor. Era tarde y no había mucha gente afuera, pensé en lo peligroso que podía llegar a ser estar ahí sola, pero me dije: ¡No seas paranoica pareces tu papá! Y me esforcé por relajarme, procure tener una respuesta rápida en caso de que mi sentido de peligro no estuviera mal calibrado, el plan era: Gritar y correr. Gritar y correr no falla. 

 Paso un chico hacia la esquina, me miro, parecía del palo, es decir, de los que estaban en el recital, pero, eso no lo exime de ser un posible delincuente, además, ¿Qué hacia afuera?

 Al rato volvió y me pregunto si me molestaba que se sentara al lado mío. Yo exagere mi amabilidad y dije algo tan idiota como: -para nada, por favor-  Qué pelotuda por dios. Hubiera sido mejor que le dijera: “Robame tranquilo no tengo fuerzas para gritar o correr”. Nos quedamos callados unos segundos, después me pregunto algo. Yo le hablé del calor que hacía arriba, quería constatar que fuera del recital, en cierta medida eso me tranquilizaba, me dijo algo del recital, trate de mirarlo disimuladamente mientras hablábamos, vi que tenía mirada de alcohólico, además hablaba como un villero.

   No me dio tanto miedo que fuera de otra clase social, sé bien que un pobre no es necesariamente un delincuente. Una de las bandas que había tocado que era muy cabeza, estaba casi segura que había venido a ver a esa. Me sorprendió que estuviera vestido como un punk rocker discreto, con colores oscuros, una bermudas de vestir de jean sin detalles, ni escraches, que se adhería perfectamente a sus muslos, una remera negra arratonada con una frase en cursiva blanca, nada exagerado, nada llamativo, su ropa humilde era linda y le quedaba pintada, me distrajo su cuerpo, que me llevo a su piel, que me llevo a sus tatuajes, tatuajes feos descoloridos. La estructura de su cuerpo era perfecta, ni muy alto ni muy bajo, no era gordo, ni muy flaco y tenía un tono muscular sutil. Volví a su cara que no me parecía bella, pero me llamaban la atención sus cejas y sus ojos, caídas, caídos, le daban expresión de tristeza, pero al hablar sobre algo que le molestaba su expresión cambiaba rápidamente y se volvía violenta. No sé porque hablando me dijo algo de: -Hoy en el pogo le pegue a una mina, sin querer ¿eh? No me gusta pegarle a las minas.- Esta frase oscura y peligrosa me hizo pensar que podía matarme en la cama, literalmente, y me pareció muy atractiva esa idea. 

 Yo estaba demasiado relajada y le quise hacer un chiste de su bermudas, es que esta me parecía muy chic.  Le dije: -Che, qué bermuda cheta tenes- y le toque la pierna con la intención de señalar la bermuda. Esto, lejos de parecerle gracioso, hizo que se detuviera el tiempo, me miró fijamente levantando levemente la pera con los ojos entrecerrados. Empezó a hablar con códigos que no manejo, se notaba que no había entendido mi coqueteo y que por el contrario, le parecía una ofensa lo que había dicho de su bermuda. Estaba enojado. Me costó hacerle entender que para mí “cheto” era como decir a la moda, que no lo estaba boludeando, que lo estaba halagando, me costó, pero luego se río y lo entendió.

  Me dijo: -  No uso ropa cheta, soy un negro de mierda- Yo le conteste:- Para mí no hay negros de mierda- le brillaron los ojos, sonrió un poco, después dijo:-¿no?- no me creía del todo. Mientras nos esforzábamos por entendernos y nos empezábamos  simpatizar me dijo:

 -Ahora va a caer mi mujer- . Yo le dije que no estábamos haciendo nada más que charlar, pero después pensé en que llevábamos un tiempo hablando ¿en dónde estaba su mujer? Entonces se me ocurrió que ella lo podía estar buscando y lo iba a encontrar hablando con una chica, y que si ella era agresiva o estaba borracha cabía la posibilidad que se la agarrara conmigo.

   -¿se va a pudrir todo, no?- le dije. Su respuesta no me tranquilizó, jamás dijo que no, me dijo que ella estaba haciendo la suya, entonces le parecía justo estar hablando con chicas por ahí. Mientras intentaba entender en que me estaba metiendo, hacíamos bromas, paso el tiempo, como cuando uno se divierte, y no la vimos venir, ni nos dimos cuenta que ya la teníamos enfrente de nosotros.

 Tenía una cara terrible, estaba re caliente, se paraba sacando panza, no, es que estaba embarazada, qué mierda, sí, ella estaba embarazada y hecha una loca, yo me cague toda, no sabía si me iba a meter una piña, si quedarme, si salir corriendo. 
 Le dijo:- ¿Qué te estas chamullando a la guacha “vo”?-. ¡Ay dios mío la guacha soy yo! ¡¿“vo”?! ¡Ay dios mío! Habrá olido mi miedo, porque me dijo:-Vos quédate tranquila que a vos no te voy a romper la cara- Me salió pedirle disculpas y explicarle que solo estábamos hablando. Se fueron discutiendo para la esquina. Yo me quede sentada ahí, mire hacia a donde se habían ido, ya no los veía, pero los escuchaba, sus voces acusándose y amenazándose, las sombras de ellos en la vereda, daban cuenta de lo que pasaba, estaban forcejeando. Después vi que ella se alejaba, él no la siguió, la llamo, ella siguió caminando. En la esquina había un grupo de pibas sentadas en el piso, que le gritaban: -¡Tamara veni!-. Se ve que eran sus amigas. 

Unos minutos más tardes, él volvía y se sentaba otra vez al lado mío. Sentí que él quería estar conmigo y me gusto, sentí sus ansias, su peligrosidad, sentí que me había elegido, que yo había ganado y pensé que quedarme era asumir un compromiso, un compromiso implícito entre ambos,  era decir "si", si me quedaba, ya no había casualidades.

-¿Qué onda y tu mujer?- le pregunté.
 Él miraba para abajo, murmuraba algo, estaba enojado, insistí:
- pero, ¿va a volver?
-  Que se yo, no sé, me tengo que ir  a la mierda...-
Yo- ¿Por qué no la vas a buscar?-
Él- Esta piba está con otro ¿que se viene hacer la qué acá? que no rompa las pelotas si no estoy haciendo nada, encima ahora tenemos una hija, me quiero matar-
Yo- ¿cómo te llamas?-
Él-  ¿de verdad querés saber mi nombre?-
Yo- Me gustan los problemas con nombre.-
Él- No  seas mala, Jorge ¿Y vos?-
Yo - Eugenia-
Jorge- Vayamos a tomar algo Eugenia-

 Caminamos apurados para el lado de las vias, mirábamos para atrás, como quien es perseguido, sentía miedo, adrenalina, me sentía una bandida. Pasamos por una panchería y compramos un gran vaso de cerveza, pero no nos quedamos, es una parada común y había demasiada luz para esconderse. Caminamos para el otro lado de la estación, cruzamos las vías.

Yo:- ¿Cuantos años tenés?
Jorge:-¿Cuantos me das?
Yo:- cuarenta.
Jorge:- ¿Enserio? Tengo 28.
Yo: ¿Posta? Estas hecho mierda, ¿te drogaste mucho?
Jorge:- Si, bastante.- Noté que más allá de sus arrugas faciales, sus dientes eran perfectos, blancos, hermosos, mucho más estéticos que los míos.
Yo:- Tengo 29 ¿cuantos parezco?
Jorge:- ¿Vos? Parece que recién saliste de un capullito.

Lo miré, me miro, y nos dimos un beso.
Del otro lado de la estación,  hay una callecita cortada que muere en la vía, fuimos al lado de la vía, contra la montañita de césped.
Me giró, agarró mi cadera y la acercó hacia él, después sosteniéndome del cuello me ordenó al oído que me quedara así, me bajó el short y la bombacha, estaba totalmente expuesta en medio de la calle peligrosa y oscura. Él no tuvo que bajarse la ropa, solo saco su miembro y me penetro. Su miembro estaba muy duro y era bastante grande, me dolía como a una virgen, no podía evitar gemir, además lo tenía muy caliente, como si fuera un tubo de una cañería por la que pasa líquido hirviendo. Me tapó la boca con su mano y con el otro brazo abrazándome la panza, evitaba que me corriera, era un reflejo natural intentar distanciarme ante el dolor que estaba sintiendo.
Bombeo un rato, hasta que estuvo a punto de acabar, entonces me agarró del pelo, de la parte más cercana al cuero cabelludo, obligándome a arrodillarme en la calle, me la metió en la boca hasta la garganta y acabó, su semen se vertió directamente en mi esófago, me dieron arcadas, tosí y vomité.

(continuara)

miércoles, 27 de noviembre de 2013

El perejil


Eso que me pasó una vez con aquél
Le pasa a él conmigo
Yo sabía que era real
Por eso daba tanto miedo
No es un capricho
o una tendencia edípica
No se puede explicar o evitar
hay que atreverse hasta el final
Y hacerlo con furia
Porque nos enoja nuestra capacidad animal
lo vivimos como una debilidad
Una vez le propuse jugar a alguien
Y se aburrió a la mitad
Una vez me subí a ese tren
Y me tiré antes de llegar
Ahora vago por la ciudad
A ver qué tiene para mí
Soy el “perejil” del homicidio popular
Soy el ala de la paloma coja
Y una isla salvaje sin hombres
pero menos peligrosa que esta ciudad
acá también se comen a los más débiles
y no es natural




lunes, 25 de noviembre de 2013

Noche buena con un invitado especial

Noche buena, viajé cruzando la ciudad, transpiraba, calor, humedad, cañita voladora precoz, niños mandaban mensajes de texto a papá Noel.

 Cuando por fin llegué a la casa de mis abuelos, entré por el portón, en verano era común que estuvieran en el jardín, me crucé primero a Lara qué me miró y retrocedió, empezó a correr en dirección contraria, volteando la cabeza cada tanto, con los ojos muy abiertos, como corroborando lo que vio en mí. Qué raro, pensé, cuando vengo siempre me salta encima. 
 Mi abuelo estaba cortando el pasto con una vieja cortadora manual al lado del regador de plantas antiguo, que cada vez tenía menos agujeritos. Cuando me vió se acercó a saludarme, estaba en cuero con su sombrero blanco de paja que usaba en verano, me sonrió y cuando me estaba por abrazar se quedó parado con los brazos extendidos como tomando distancia, me miró con un leve horror. Le dije:

    -No sé qué pasa, Lara huyo de mí y ahora vos me miras así.

    -No pasa nada Yami, tranquila, los perros son exagerados, es que se te metió un diablo en el cuerpo, no te preocupes, es chiquito, ya llamo a la abuela para que te lo saque-.

Crash-crash


Tengo el corazón en la vagina
Y la vagina en el corazón
Laten mis vergüenzas
Me abro al amor
Traigo bajo el brazo,
El cerebro remendado
Juguemos con él un picadito
Si me fumo la palabra “ex”  otra vez
Voy a dejar que te consumas solito
 Como un cigarrillo barato
Que te apagues en tu charquito
Me produce rechazo el bueno avivado
Me enamora el malo perturbado
Que me enloquezca en vertical o lateral
Que me raje desde adentro para afuera
crash–crash
Otra vez soy una quinceañera
Tan distraída como el mundo me deja ser
tan transparente que no me ves
y me voy bailando (para disimular)
antes de que me eches
dejé pedacitos míos a tu alrededor
para que te cortes y salga algo de vos

sábado, 19 de octubre de 2013

Zangáro

linyerita vip, babyface narcótico,
no me acuerdo de su apodo
y menos de como se llama
pero le guardo las ganas
lo encontré por el baldío
con un tetra y un amigo
la bolsa lejos de esconder resalta
su vacío existencial en alta
hacía diez años que no lo veía
estaba en la misma que cualquier día
su cuerpo repleto de basura
y sigue tentador como la locura
se hace el gracioso y me llama
con su sonrisa rosa carne pegada
me preguntó si de él me acordaba
(su chispa tan grande quema fuerte apagada)
medio en broma tiró:- ¿Vamos a cojer?
yo le conteste en serio:- "otro día puede ser".
Y yo sabía, que no me iba a creer.

lunes, 7 de octubre de 2013

Un pelotudo


El peor castigo que te puedo regalar

Y más espantoso que el olvido

Es arrepentirme cada media hora

de haberte conocido

he visto materia fecal parlanchina

pero al asco que das le da asco ser tuyo

y se baña en lavandina

te falta más de lo que tenés

(aunque no lo puedas ver)

tu dulzura es la belleza de lucifer

solo vas a ser la piedra del tropezón de cualquier mujer

y tu recuerdo es el bufón de las juntadas

en donde todos te señalan y largan carcajadas

cuando paso los hombres piensan

que escondo la fortuna entre mis piernas

a vos las damas  te arrojan su mirada de pena

y te sacan las monedas

los códigos se rompen bajo ciertas reglas

cuando el corazón tira más fuerte de la cuerda

pero no se puede romper lo que nunca se tuvo

ni escribir sobre amor siendo un verdugo

(por no decir un pelotudo)

caíste desde una vagina de la clase alta

naciste con muchas cosas y sin alma

(nunca te hizo falta)

lleno de elogios creciste sin humildad

y ahora nadie te quiere de verdad.

lunes, 9 de septiembre de 2013

Viaje al primer cordón umbilical


 Uno repite una y otra vez las mismas situaciones, arrastra los mismos problemas desde niño, y aunque crezca, a veces el problema crece con uno, a veces uno crece más que el problema, pero el mayor problema es cuando uno no crece.
En la parada del colectivo me pareció ver una niña sola, formando la fila para subir al colectivo, este es un colectivo que une ciudad y provincia, y la niña era demasiado pequeña para viajar sola, en cualquier colectivo, pero más que nada en este. Tomo asiento adelante y veo a la niña sentada enfrente de mí, en los asientos invertidos, da la impresión de que viaja sola, el padre está sentado al lado, pero pareciera que viajan por separado. La niña tiene la actitud de una adolescente incomprendida, pero debe tener unos cinco años como mucho.
 Más adelante sube un niño de la mano de su padre, ha de tener 6 años, no consiguen asientos, el colectivo está repleto, están parados agarrados del caño de los asientos en donde está sentada la niña, ella le clava su mirada al niño y le sonríe con la boca cerrada, parece una sonrisa ensayada para seducir, él la ve, pero no le devuelve la sonrisa y vuelve a mirar hacia la pared, la niña sigue mirándolo, sonriéndole.
  El niño y el padre consiguen asientos, se sientan en paralelo a la niña, ella sigue mirándolo con la misma actitud, aún no se desilusiona, es como si hubiera activado una estrategia y fuera por la segunda fase: “la insistencia”. Sonríe con dificultad, pobre, ya le debe doler un poco. Luego sonríe con frialdad, como cuando estás a punto de empezar a pensar y chau, se te va la alegría, él se percata de esa mirada, es una mirada segura confirmada por una sonrisa cerrada, el niño con esa cara de nada, con los ojos muy abiertos como si todo le sorprendiera lo mismo, o nada le sorprendiera de verdad, vuelve a mirar para adelante.
 Yo nunca había visto un caso de seducción infantil tan explícito.
 Sigo viajando sentada en mi asiento, miro al suelo del colectivo y veo unas zapatillas de hombre, me resultan muy lindas, voy subiendo la mirada, es mi tipo de chico, lo miro, lo miro, lo miro, lo miro al punto de estar segura de que él sabe que lo estoy mirando, mueve los ojos para abajo pero no se detiene en mi persona, no hace un solo gesto, me ignora explícitamente. Me enojo y pienso: Esto es un juego de niños.
El chico se va para atrás, lo sigo con la mirada hasta que se pierde entre la gente.
 Luego de un buen trayecto recorrido, el colectivo ya no lleva tanta gente. Sube un hombre de mediana edad con una guitarra muy gastada y rota, es moreno, tiene pelo enrulado y largo hasta los hombros, una barba corta, pulseritas en la muñeca, una remera gastada y un jean roto. Tiene panza y una sonrisa que empieza en los pómulos. Es lindo, todavía joven. Toca dos o tres temas de Pappo. La voz es rasposa, la guitarra casi no suena, pero se nota que toca muy bien Se ríe entre frases, la risa es parte de la versión. Hubo pocos aplausos.
 Pasó la gorra, me dieron ganas de decirle que yo tengo una guitarra nueva hace años, que nunca la aprendí a tocar, que me la regaló mi papá en una navidad, y que está nueva, que brilla, que me la regaló mi papá, pero no me importa, que la acepte igual, con mi papá me llevo muy mal, y sí, se va a morir si la regalo, pero no me importa, que igual se la quiero regalar.
 Mientras pensé todo eso el chico pasó la gorra y no le dije nada, me limité a poner cuatro pesos en su gorra, esta es la cobardía que nos deja a todos en la misma estación. El chico dice que tengamos un buen día, qué él siempre los tiene. Una pensión y un castillo son iguales si la libertad los habita.
 Un olor desagradable se adueña del colectivo. Es una persona, sin sexo, sin cara, no se lo  distingue dentro de su figura, está oscuro. Él/ella se arrastra encorvado como si llevara un peso en las espaldas (¿serán nuestros pensamientos?) se hace cargo de ser indeseable, lo acepta. Él/ella se dobla para introducirse en el bolsillo de la marginalidad.
Prefiere juntarse con la basura, hasta camuflarse, antes que confiar en cualquiera de nosotros. La gente se aleja, hay un círculo de vacío alrededor, como un vestido hecho de distancia. Todos le convidan la espalda, lo único que le convidan. ¿Cuánta mierda perfumada tenemos en el cuerpo? ¿Cuánta en la cabeza?
 Abro la ventanilla, para desviciar el aire, miro hacia afuera, un grupo de jóvenes con uniformes escolares.
Y yo que muchas veces me pegué un viaje, nunca alguno me llevó tan lejos ni me pegó tanto